REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA: CAMACHO ESPINOSA, José Antonio.Crónica de una esperanza: breve historia de las Bibliotecas Escolares españolas. En: Educación y Biblioteca, 2005. N.147. p. 27-37 Disponible en: https://www.joseantoniocamacho.info/publicaciones/articulos/

Crónica de una esperanza: breve historia de las Bibliotecas Escolares españolas (Descargar pdf)

Para encontrar la primera referencia al término biblioteca escolar en la bibliografía española tenemos que remontarnos hasta Manuel Bartolomé Cossío, que lo utiliza en el Congreso Nacional Pedagógico, celebrado en 1882. A partir de entonces, comienza una singladura cuyas características más destacadas son la incertidumbre, la provisionalidad y la escasa fundamentación teórica y normativa. Pero los antecedentes tenemos que buscarlos casi un siglo antes.

La Ilustración dio un giro copernicano a la estructura política europea, a las relaciones sociales y lo que de ellas se deriva: una educación para todos capaz de convertir a cada persona en ciudadano. Pensadores como Rousseau, Pestalozzi, Fröebel o Herbart sentaron las bases de la escuela moderna, que pondrían en marcha a finales del siglo XIX y principios del XX destacados pedagogos: Dewey, Kilpatric, Montesori, Cousinet o Freinet. Todos fomentaron el espíritu investigador, el aprendizaje por la acción y una educación individualizada que hacían necesarias en la escuela múltiples fuentes de información y recursos didácticos de todo tipo. Éste es el origen de unas bibliotecas escolares que en Gran Bretaña, Francia, EE.UU., los países nórdicos e, incluso, en muchos países hispanoamericanos han adquirido un protagonismo destacado.

En España, tendríamos que empezar hablando del impulso que dio a la educación la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por un grupo de intelectuales con Francisco Giner de los Ríos a la cabeza. Miembro de esta misma institución, M. Bartolomé Cossío propuso en 1922 el envío de misiones pedagógicas al mundo rural, idea que se pondría en marcha en 1931 de la mano de María Moliner. La actuación más destacada de estas misiones, junto con lecturas, conferencias, sesiones de cinematógrafo, audiciones radiofónicas, etc., fue la creación de las bibliotecas populares fijas y circulantes. A los cuatro años de su puesta en marcha, se habían creado más de 5.000 bibliotecas con 100 títulos cada una, cuidadosamente seleccionados. Pero la Guerra Civil ahogó las esperanzas puestas en todas las iniciativas emprendidas por la II República

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