Nací en Madrid cuando los estragos de la postguerra ya habían amainado. Mis abuelos eran manchegos. Mis padres también, pero fueron de los muchos españoles que tuvieron que dejar su tierra en busca de una gran ciudad que ofreciese un futuro más prometedor. A la edad de 11 años mi familia recaló en Guadalajara donde, con algunas ausencias, he vivido hasta ahora. La infancia –¡bendita infancia! – la recuerdo con alegría y nostalgia: ¡Qué momentos los vividos detrás de un balón o en bicicleta, con los amigos o en soledad, junto a Julio Verne o Emilio Salgari!
Mi opción universitaria y profesional fue, desde muy joven, la psicología. Pero el azar, que nos lleva aquí y allá, hizo que pasase tres años en la Escuela de Magisterio de Guadalajara entre 1976 y 1979. Años de grandes cambios en nuestro país. Años de fructíferas amistades que aún duran. Alguna de ellas tan especial que llevo más de cuatro décadas compartiendo techo con ella.
La primera escuela en Peñalén, un pequeño pueblo perdido en el parque natural del Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara. Después vinieron tres años en el Colegio Público de Prácticas, anejo a la Escuela de Magisterio. Tres años mágicos que marcaron definitivamente mi trayectoria profesional.
Ya de niño me gustaban las ciencias naturales, la física, las matemáticas y fue esa mi especialidad de Magisterio. Sin embargo, un dichoso encuentro con un grupo de magníficas personas nos llevó a crear el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara. A partir de ese momento, el interés por la literatura, la escritura, la poesía y las bibliotecas fue creciendo en paralelo al interés por la pedagogía y la enseñanza.
Un interés que se desarrolló gracias al trabajo, codo con codo, con grandes maestros: Enrique Merino, Fernando Yela, Vicente Aldeanueva. Y con grandes bibliotecarias: Blanca Calvo, Eva Ortiz. Amigos de toda la vida.
Después vendrían años de seguir con nuevas experiencias en lo profesional: la especialización en Educación Musical y en Pedagogía Terapéutica me llevó a nuevas escuelas en Guadalajara, Sigüenza, Almonacid de Zorita y, finalmente, de nuevo en Guadalajara, en el colegio Río Tajo. Experiencia profesional que alterné con distintos cargos directivos.
El entusiasmo por acercar los libros y la lectura a los niños, y por acercar a los niños a la biblioteca, culminaron con los estudios de Biblioteconomía y Documentación a finales del siglo XX y comienzos del XXI. De ahí nacería mi libro sobre las bibliotecas escolares en España, el estudio de las bibliotecas escolares de Castilla-La Mancha o colaboraciones en múltiples revistas profesionales. También la participación durante un año en el Gobierno de Castilla-La Mancha, como Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas, junto con Blanca Calvo como Consejera de Cultura.
Ese interés fue el que me llevó a asumir (¡qué difícil es encontrar la palabra adecuada!): la dirección, la coordinación, la responsabilidad… de la biblioteca escolar en aquellos centros a los que fui destinado. Desgraciadamente no podemos hablar del bibliotecario escolar, ya que ni existía entonces ni existe ahora ese puesto de trabajo en los colegios e institutos españoles.
Finalmente, mi trayectoria profesional me llevó en 2008 hasta el colegio Las Lomas, en Guadalajara, donde he asumido, como en los anteriores, esa responsabilidad en la gestión de la biblioteca, junto con la secretaría del centro. También aquí la experiencia profesional ha sido de lo más gratificante: en lo laboral, junto a los demás compañeros; en la gestión, como miembro del equipo directivo; y en lo docente, junto a un montón de niñas y niños con quienes he disfrutado enormemente y de quienes ¡he aprendido tanto! tratando de que fuesen felices leyendo, escribiendo, recitando, consultando, investigando, rebuscando entre los libros de la biblioteca.
Y ahora, ya jubilado, he creído interesante compartir contigo aquello que he ido acumulando a lo largo de todos estos años de vida profesional.