LA LUCHA POR LAS BIBLIOTECAS ESCOLARES

Desde los primeros años de funcionamiento del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara, algo tuvimos muy claro: igual que las bibliotecas públicas estaban saliendo de ese letargo ancestral y estaban creando sus secciones para niños y jóvenes en los años 80 del siglo pasado, la escuela no podía prescindir de la biblioteca escolar.

Algunos políticos y personal técnico del Ministerio de Educación, en coordinación con el Ministerio de Cultura (entonces separados), durante las décadas de los 80 y los 90, plantearon iniciativas interesantes, pero que se quedaban en ámbitos reducidos, que no llegaban a todos los centros o que, después de proyectos experimentales y documentos de gran valor, se quedaron en agua de borrajas por falta de una legislación clara y ambiciosa y por falta de presupuestos.

Esto me llevó, por iniciativa propia o en colaboración con otros, a plantear constantes iniciativas encaminadas a que las bibliotecas escolares en España alcanzasen la categoría que ya tenía en países como Francia o que llegarían a tener como Portugal o Chile, por mencionar solo algunos que están muy próximos geográfica o culturalmente.

Ya en la década de los 90 del pasado siglo, junto con mis amigos y compañeros del Seminario Vicente Aldeanueva y Fernando Yela, presentamos una propuesta para la creación de un Centro Asesor Provincial de Bibliotecas Escolares que ofreciese una serie de servicios centralizados para mejorar el funcionamiento de las bibliotecas de los centros y para facilitar una serie de tareas que se multiplicaban de forma innecesaria en todas ellas.

En el año 2000 fueron transferidas las competencia de Educación a aquellas comunidades que aún no disponían de ellas, entre otras Castilla-La Mancha. Para el desarrollo legislativo se publicó el Libro Blanco de la Educación de Castilla-La Mancha al que se podían hacer propuestas tanto a nivel institucional como personal. En aquella ocasión presenté un documento con vistas a que la normativa de Educación tuviese en cuenta la creación de un verdadero sistema de bibliotecas escolares para Castilla-La Mancha como ya existía en el ámbito de las bibliotecas públicas.

En el año 2002 se planteó la modificación de la Ley de Bibliotecas de Castilla-La Mancha. Entonces fueron los propios servicios de la Consejería de Cultura los que me pidieron la colaboración para revisar el borrador de la nueva ley y la formulación de aportaciones relacionadas con las bibliotecas escolares.

En el año 2003, por iniciativa del Seminario de LIJ de Guadalajara que presidía en aquellos momentos, lanzamos a nivel nacional un Manifiesto en favor de las Bibliotecas Escolares con el fin de movilizar a todos los colectivos y fuerzas políticas que fuese posible para tratar de que estas bibliotecas tuviesen el protagonismo que seguían sin tener dentro del sistema bibliotecario y del sistema educativo español.

En 2005, habiéndome hecho cargo de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, promovimos desde la Consejería de Cultura y la de Educación la creación de bibliotecas de doble uso: aquellas que, estando ubicadas en centros educativos, se incorporasen al sistema bibliotecario regional y diesen servicio, por la mañana a los alumnos y profesores del centro, como biblioteca escolar, y por las tardes y fines de semana a la población en general, como biblioteca pública.

En el año 2006, al promoverse una nueva Ley de Educación de ámbito estatal, en el Seminario de LIJ de Guadalajara publicamos una declaración institucional con vistas a mejorar la redacción del artículo que aparecía en el borrador relativo a la existencia de las bibliotecas escolares en los centros educativos no universitarios.

Previamente, para participar en la elaboración de dicha ley, el Ministerio de Educación nos había convocado a una serie de personas con experiencia y conocimientos en esta área, como comisión de expertos, para que hiciésemos nuestras aportaciones. También en esta ocasión presenté un documento que pretendía que las bibliotecas fuesen protagonistas centrales en colegios e institutos.

Finalmente, en el año 2009, la Consejería de Educación quiso elaborar un nuevo plan de lectura y bibliotecas escolares y también nos convocó a un grupo de trabajo al que presenté mis propias propuestas.

Un largo recorrido que se ha visto jalonado por varias iniciativas más, pero ninguna de ellas ha llegado a cuajar con la creación de una verdadera red de bibliotecas escolares integrada en el sistema educativo y en el bibliotecario.

La transferencia de competencias en educación y en cultura a las Comunidades Autónomas ha permitido grandes avances y la mejora de la gestión, pero en el caso de la bibliotecas escolares solo ha llevado a que, en algunas Comunidades, muy pocas, haya habido planteamientos interesantes, pero ninguna haya puesto a las bibliotecas al nivel de otros países de nuestro entorno.

Mi vida en el Seminario de LIJ de Guadalajara
La lucha por las bibliotecas escolares
Aportaciones a la renovación pedagógica

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