LA FORMACIÓN DE USUARIOS Y LA ALFABETIZACIÓN INFORMACIONAL

Una biblioteca es un gran “Arca de Noé” que encierra los tesoros más variados, pero para quien tiene que utilizarla puede convertirse en un laberinto en el que sea difícil alcanzar la puerta de acceso a la información y al conocimiento.

Para que no sea así, las bibliotecas diseñan programas de formación de usuarios.

Aunque no es suficiente. Lo más importante es que el lector sea capaz de reconocer y diferenciar sus necesidades de información, para proceder después a la búsqueda de las fuentes más adecuadas y la selección de los documentos que realmente son pertinentes para cubrir dichas necesidades, concluyendo con el tratamiento de esa información de tal modo que la pueda incorporar a su acervo de conocimientos y pueda hacer partícipes del mismo a los demás. A este proceso es al que llamamos educación documental y que algunos autores engloban en el término formación de usuarios. Nosotros entendemos que el empleo de ambos términos es totalmente pertinente, ya que con el segundo nos vamos a referir a las tareas que son propias del manejo de recursos informativos, con la finalidad primordial de adquirir nuevos conocimientos, mientras que con el primero recogemos un abanico mucho más amplio de actividades encaminadas a que el lector conozca la organización, funcionamiento y servicios de la biblioteca en conjunto. (Consultar textos de Moníca Baró, Teresa Mañá y Félix Benito Morales)

Otros autores, como Sánchez-Paus, diferencian entre formación de usuarios y educación de usuarios, refiriéndose con ésta a aquellos programas que se desarrollan en las bibliotecas escolares y que tienen como objetivo formar en las técnicas bibliotecarias básicas a niños y jóvenes, mientras el término formación lo circunscriben al adiestramiento que se da a los usuarios adultos para que sean capaces de seleccionar las fuentes de información y adquirir las técnicas bibliográficas y documentales para el manejo de dicha información.

Independientemente de la terminología empleada, lo cierto es que, si siempre fue necesaria la formación para los usuarios de una biblioteca, ahora se hace imprescindible, ya que la información se multiplica periódicamente de forma exponencial, los soportes se diversifican y las TIC nos permiten, cada vez más, acercarnos al sueño de Borges de “La Biblioteca Universal”. Y qué duda cabe que esta formación, como todas, debe iniciarse en edades tempranas. También aquí, la biblioteca escolar juega un papel decisivo si queremos tener en el futuro personas capaces de tomar decisiones con la mejor información posible y preparadas para manejarse con soltura en cualquier biblioteca o centro de documentación, algo en lo que nuestro país presenta carencias muy significativas. En palabras de Félix Benito Morales, “la toma efectiva de decisiones se basa en un acceso eficiente a esta información y en la capacidad para procesar la información disponible y ajustarse a las demandas de la decisión. […] La necesidad de ser capaz de usar información eficazmente ha llegado a ser en muchos casos más importante que la adquisición de información en sí misma. […] ‘Alfabetización en información’ es sinónimo de saber cómo aprender.”

Los estudiosos del tema manejan distintos modelos para hablar del proceso de educación documental -o alfabetización en información- si tomamos el término procedente de la literatura anglosajona (information literacy). Uno de los más claros es el publicado por la AASL (American Association of School Librarians) en 1996, en el que se establecen siete etapas:

  1. Definir la necesidad de información.
  2. Iniciar la estrategia de búsqueda.
  3. Localizar los recursos.
  4. Evaluar y comprender la información.
  5. Interpretar la información.
  6. Comunicar la información.
  7. Evaluar el producto y el proceso.

Las características de la sociedad de la información en la que estamos inmersos y sus consecuencias educativas se están abordando por organizaciones e instituciones internacionales. Es importante destacar en este sentido el informe Delors, que se presentó a la UNESCO en 1996, en el que se recomienda que la educación del siglo XXI tenga en cuenta cuatro aprendizajes fundamentales:

  1. Aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos para comprender el mundo, favoreciendo el despertar de la curiosidad intelectual y estimulando el sentido crítico. Compaginar una cultura general con el estudio a fondo de un reducido número de materias.
  2. Aprender a hacer, para poder influir en el propio entorno, no limitándose al aprendizaje de un oficio, sino adquirir las competencias que permitan hacer frente a numerosas situaciones.
  3. Aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas. Actuar con un espíritu que impulse la realización de proyectos comunes y la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos.
  4. Aprender a ser, un proceso fundamental que recoge los tres anteriores. Más que nunca, la función esencial de la educación es conferir la libertad de pensamiento, de juicio, de sentimiento y de imaginación.

Por tanto, cuando hablamos de formación de usuarios y de educación documental debemos tener presente que no sólo estamos enseñando a usar la biblioteca y a manejar los documentos que hay en ella, estamos poniendo los medios para que los alumnos desarrollen las capacidades que les permitan reconocer cuándo necesitan la información, qué tipo de información deben buscar, y cómo localizarla, evaluarla y hacer uso de ella. A esos conceptos y procedimientos hay que añadir, como en toda programación educativa, las actitudes, ya que uno de los objetivos primordiales que se debe marcar toda biblioteca escolar es la de motivar a los muchachos para el cuidado de los recursos, el respeto a otros usuarios de la biblioteca y el cumplimiento, en general, de las normas que se establezcan.

A la hora de diseñar un plan para la formación de usuarios hay que establecer: los objetivos que se desean alcanzar, los modelos de formación que se van a aplicar y las técnicas o actividades que se van a poner en práctica.

De forma general, los objetivos que se propone la formación de usuarios son:

  1. Acercar al potencial usuario a la biblioteca para dársela a conocer y motivarle para que haga uso de ella.
  2. Informarle acerca de su organización y funcionamiento, así como del conjunto de recursos y servicios que ofrece.
  3. Que reconozca en la biblioteca el centro donde puede dar respuesta a cualquier necesidad informativa y documental.
  4. Que e se familiarice con la biblioteca y se desenvuelva en ella con suficiente autonomía, trasladando esos conocimientos al uso de cualquier otra biblioteca.
  5. Que aprenda las técnicas y desarrolle las habilidades para la localización y el manejo de la información en todo tipo de soportes.
  6. Que sea capaz de trasladar sus necesidades de información a los procesos de búsqueda, localización y tratamiento de la misma de forma autónoma.

En el plan de formación generalmente se plantean actividades, técnicas o procedimientos de carácter grupal. En el caso de los centros educativos ese es el bloque más importante y suele ser la práctica habitual. Pero no hay que olvidar que son muchos los usuarios que de forma individual presentan sus demandas, dudas o necesidades, que habrá que atender en cualquier momento. Esta formación también hay que tenerla en cuenta para contar con los medios, los recursos y la preparación suficiente del bibliotecario para dar la respuesta más adecuada en cada situación.

Pulsa en título siguiente para descargar el capítulo 7.3., LA FORMACIÓN DE USUARIOS Y LA EDUCACIÓN DOCUMENTAL, de mi obra La Biblioteca Escolar en España: pasado, presente… y un modelo para el futuro.

La educación
La biblioteca escolar
El plan de lectura de centro
La animación a la lectura y el hábito lector
La formación de usuarios y la alfabetización informacional
Cómo poner en marcha una nueva biblioteca escolar
Cómo organizar y gestionar la biblioteca escolar
Bibliografía

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